Casi todo el mundo espera con ilusión la llegada del verano. Hasta yo. Dejar los abrigos, calcetines, gorros, bufandas y botas a un lado, plantarte una camiseta y unas chanclas y chapotear por ahí para aliviar los calores.
Hasta que llega el verano y entonces estoy deseando que se acabe. Ibiza se satura, el calor hace que la gente esté irritable y poco paciente, el trabajo se multiplica y ni los que están de vacaciones logran pasarlo tan bien como esperaban e imaginaban en sus largas noches de invierno, mientras tomaban un café calentito, envueltos en una mantita, con la calefacción templando los temperamentos ( qué bien me suena eso ahora…).
Surgen roces en el trabajo debido al estrés (en ocasiones abriendo brechas irrecuperables), hay más separaciones de pareja, las playas se abarrotan, el tráfico se pone imposible, más accidentes de tráfico, no puedes aparcar en ningún lado… Ahora mismo, que son las 11h de la mañana, estoy escuchando a un guiri vomitando en la calle en frente de mi casa mientras escribo, qué bonita banda sonora… Desde donde estoy sentada me va llegando el olor agrio… Qué agobio de verano❗️
Ibiza mira el verano con nostalgia y tristeza, de la forma que lo haría una mujer demasiadas veces abusada y poseída, aunque eso no consiga empañar su mística belleza.
El verano es para la niñez. Creo que el que lo sigamos esperando con tanto afecto es el simple recuerdo de aquellos tiempos en los que los veranos significaban juegos interminables con amistades temporales a las que quizás jamás volvías a ver, amores breves de adolescencia que han pasado a ser tesoros de la memoria y polos de naranja o limón.
Ahora para mí es sinónimo de cansancio, sudor, trabajo, nervios… Este verano se presenta duro y yo no he empezado muy bien. De momento tendré que trabajar noches extras. La atmósfera laboral está algo crispada y me he dejado llevar demasiado por ello.
Mi intención es cambiar el chip. Buscar la alegría dentro de mí. Seguir aprendiendo a encontrar la paz y sentir la vida, viviendo el ahora y dejándome fluir, sin oponerme y aceptando la realidad de cada instante. Y si el instante huele a vómito, lo cambiaré pacientemente por ambientador de limón, ;-).
Imagen sacada de We Heart It.