– Tengo un par de cenitas esta semana, podré beber algo de alcohol?
– Sí, puedes beber algo de alcohol.
– No me hará daño a los implantes y a los hongos?-. Llevo dos semanas con los implantes colocados, y una semana con los hongos en la lengua. Es martes, salgo del turno de noche hacia mi semana libre y por fin estoy empezando a poder comer y beber de todo! Me siento mejor si tengo permiso del dentista (por cierto, jovencísimo) para poder despiporrarme un pelín.
– Bueno, el alcohol es un irritante al igual que el tabaco, y juntos multiplican sus efectos… pero bueno, por un poco no pasa nada-.
El martes que da comienzo la semana libre, después de una de currar de noche y sin apenas vida social, suelo ir a tomar unas cañas (y chupitos) en cuanto alguien está disponible y la hora para que te vean con una cerveza en la mano no escandaliza a nadie. Es mi pistoletazo de salida a una semana de relax y de tiempo libre para hacer lo que quiera.
Hemos cambiado de bar -por motivos que no voy a explicar- y estábamos sentados Carlos, una amiga y yo en taburetes dispuestos sin apenas sitio en la acera, pegados a una barrita que da al interior de un barecito al que pienso hacerme asidua por lo bien que me cayó la camarera, por los pinchos tan buenos que pone y porque es de mi estilo. Tanto el bar, como la gente que lo frecuenta.
Y ahí que estoy yo. Con mi copa de vino, un pincho de huevo con beicon, un chupito que nos acababan de poner y un cigarrito de los liados en mi mano, cuando casualidades de la vida pasa el «adolescente-dentista» por la misma acera. Un chico al que no había visto en mi vida antes de acudir a aquella clínica, me lo encuentro ahora por todas partes.
Sí, me dio mucho corte. Solo hacía un par de horas que se lo había preguntado y ya me pillaba en el lío…»Cenitas?», pensaría el chico, «tú lo que te pones fina filipina», pues ya le había preguntado lo del acohol hacía dos semanas en la revisión del día siguiente de ponerme los dos implantes.
En mi defensa diré que solo me bebí esa copa de vino y ese chupito (de hierbas ibicencas, cómo no). Y que solo bebo un poco un par de días que se encartan en mi semana libre. El resto de días (que son muchos) nada. Ni una gota. Atrás quedaron los desmadres. Ahora cualquiera se lo explica al «adolescente-dentista» si por casualidad hubiera algún problema con el tratamiento, pues lo achacaría automáticamente a mis malos cuidados (cosa totalmente falsa, pues he llevado una vida de monja durante dos semanas y nunca me había cuidado tanto los dientes 😇). Pero cualquiera lucha contra una imagen mal formada… Aaaaains, jo. 😥