Siempre me estremezco de pena cuando veo un gatito roto en la carretera. Vidas truncadas por lanzarse camicaces a cruzar una calle iluminada por unos faros fatales.
El otro día nos tocó a nosotros. Cuando lo vi ya era demasiado tarde para avisar a Carlos, quien conducía, aun así me salió un grito: «NO», y luego vino el golpe y sentir la rueda de atrás pasar sin dificultad por encima del cuerpo. Después, durante un rato, silencio absoluto dentro del coche. Fue un accidente inevitable pero nuestros corazones pedían perdón.
A la vuelta estaba del otro lado de la calle, junto al bordillo, con la cabeza vuelta hacia atrás en un giro imposible. Sus ojos vacíos parecían mirarnos culpándonos. Esa imagen ha recurrido frecuentemente a mí estos días.
Sigo esperando la llamada del hospital que me libere de esta carga que llevo desde hace poco más de un mes. Para conformar mi espera me digo que todo pasa por algo, y que todo tiene su momento justo con un propósito. Tal vez esa espera sea para bien, para darle tiempo a mi cuerpo y a sus defensas para demostrarme que aun puedo confiar en él y que va sanando. Para que así, cuando me llamen para citarme, ya no haya nada que operar porque mis células y mis tejidos se hayan autoreparado. Todo es posible en el mundo de las posibilidades.
Imagen de Dancingwithwolves
Uf, a mí me ha pasado alguna vez, aunque no tuve tan claro el atropello. Vamos, que me dio la impresión de, pero no lo supe seguro ni luego vi el cuerpo. Casi mejor así, yo me hartaría de llorar porque me encantan los animales y siempre me ha dado muchísima pena verlos en las cunetas: perros, gatos… incluso erizos en Galicia.
Con respecto a lo otro que comentas, mucho ánimo mientras esperas los resultados de las pruebas, y espero que el resultado sea positivo. Te deseo mucha suerte, de verdad!
Un beso!
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Gracias Sonix. Un beso
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