¿Conocéis esa sensación de estar en el momento y lugar adecuado, con la persona o personas que deben estar ahí, y sentir que nada más importa y que cualquier sufrimiento ha valido la pena si te ha llevado hasta ese presente donde todo parece, al fin, haber encajado? Cuando alguien me relataba una de esas situaciones en las que parece que un destino divino te ha arrastrado irremediablemente bajo una serie de «casualidades» alineadas por los astros, yo no lo creía posible para mí . Pero me pasó una vez. Sólo una. Sentí que, de repente, todo tenía sentido, todo valía la pena si me había llevado hasta allí. En esos momentos no sentía el agujerito que suele haber entre la boca del estómago y mi pecho. No sentía necesidad de nada más ni de nadie más. Qué plenitud tan grata…
Pasado poco tiempo, los astros volvieron a dispersarse como cuando deshaces un puzle y desperdigas todas sus piezas. Y volvió esa sensación eterna de que falta algo. Volvió ese limbo en el que estamos la mayoría. Y en la tarea de rearmar el puzle de nuevo parece que algunas piezas se han perdido. Siempre se pierde alguna pieza cuando el puzle se desmonta.
Y sí, otra de mis tantas madrugadas en la soledad de mi trastornado horario. Buscando la foto para subir a este post me he encontrado otra en la que aparecía una bella niña sonriente y en la que podía leerse: «Sonríe hoy y deja que todo te resbale». Así que me quedo hoy con la resonancia de esta frase en la cabeza para que dé forma a este día que está a punto de amanecer. Muy buenos días a los insomnes y a los muy, muy madrugadores! ;-).