El ser humano no ha cambiado en siglos

Leyendo Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán, escrita a finales del siglo XIX ( que, por cierto, viendo una foto de la autora bien podría tratarse de un ancestro inteligente de Carmen Bazán, madre de Jesulín de Ubirique, siendo el físico lo único heredado por ésta última…), me doy cuenta de lo poco que cambia el ser humano en el fondo a lo largo de los siglos. Me encanta leer literatura clásica y darme cuenta de ello cada vez. Cambia el formato pero el contenido de las personas es exactamente el mismo.

El pasaje de la obra en el que ella se queda dormida en el tren y él baja porque ha olvidado su cartera y se queda en tierra por no subir a tiempo dejando a la jovencísima esposa a merced de su destino en aquel tren, sola y sin dinero, me recordó a aquel trayecto en bus en Vietnam cuando la chica del asiento del otro lado del pasillo, también dormida, despertó cuando el bus retomaba su marcha después de haber hecho una pausa para que bajáramos los que tuviéramos que ir al servicio y no encontró a su acompañante sentado a su lado. El susto que se llevó la pobre. Aún no sé el desenlace del libro pero el de aquélla acabó sólo en un susto. No recuerdo dónde nos dirigíamos, ni por dónde estábamos pasando… ¿de dónde veníamos? ¡Ah! Sí… Creo que veníamos de Ninh Binh e íbamos hacia Nha Trang… No, espera, ese fue el primer trayecto en Sleeping Bus y eso ocurrió en el segundo. ¿Fue de Nha Trang a Hue? El olvido no perdona. Ni siquiera cuando se trata de una de las temporadas más felices y significantes de mi vida.

Aunque era reacia a abandonar el papel, tengo que reconocer que el libro electrónico me ha enamorado. En mi caso es el Kindle -desconozco si hay alguna marca mejor puesto que este es el único que he probado-. Esto de tener todos los títulos a mi alcance, miles de historias a mi disposición por tan poco dinero y sin tener que buscar donde ubicar las nuevas adquisiciones en mis abarrotadas estanterías ha sido todo un descubrimiento para mí que pensé que nunca podría desprenderme del encanto de pasar las páginas y olerlas. De momento no, no echo de menos el papel. ;-).