La ciudad de Elena

A veces cuando miro a alguien imagino qué tipo de amante sería. Hombres y mujeres que se cruzan en mi camino, de mi entorno, conocidos, desconocidos… ¿Cómo serán en su intimidad? ¿Y en su día a día? ¿Qué harán cuando nadie les ve?

Gente de todos los tipos, de todas las edades, gente que sexualmente no te imaginarías… Señores serios, de traje, señoras aparentemente puritanas, albañiles rudos y viriles… ¿Cuál me sorprendería? ¿Sería aquel con aspecto de bruto el más tierno y considerado de los amantes, o sería un amante duro de los que te dejan agujetas? ¿mediocre y aburrido? ¿Y aquel de mediana edad, con aspecto de cabeza de familia, la barriga oronda cervecera y de aspecto anodino que parece haberse conformado con su vida rutinaria? ¿Y los presentadores y presentadoras de televisión, tan elegantes e impecables?  ¿Y Josep Lobató, tan guapo y desenfadado, con el desparpajo con el que habla de sexo en su programa de radio Ponte a Prueba que me acompaña en las noches de trabajo? ¿Y Santi Millán, protagonista de una de las series que sigo en la que hace de súper chef? ¿Será un amante muy exigente? ¿ de esos cuya huella entre tus piernas sigues sintiendo a la mañana siguiente? -con estos dos últimos puedo alargar mi imaginación unos momentos más…-  ¿Será un amante fuerte? Imagino todo ello con alguien de quien estén enamorados. Y también con alguien de quien no.

Porque intimidad todos tenemos una. Ya estemos solos o acompañados. Todos tenemos una vida detrás de nuestras máscaras y etiquetas. Imaginarme a la gente en las facetas que tenemos todos la acerca más a mí en cierto modo. La humaniza más. La iguala más. Dejo de verlas como a personas sin nombre.