Aunque San Antonio es la oveja negra de Ibiza, aún sigues encontrando rincones que pueden contarte lo bello y mediterráneo que fue en otra época.
Desayunando en la terracita de Es Clot. La iglesia de Sant Antoni a un lado y el bar El Quijote, que está ahí desde que tengo uso de razón, del otro.
El turismo de la peor calaña (sucio, ruidoso, borracho y poco interesado por la cultura y gastronomía de la isla) invade cada verano Sant Antoni de Portmany, pero si esquivas el West End y callejeas por el pueblo aún puedes encontrar pequeños tesoros.
Estas fotos las tomé el otro día con mi móvil. Pertenecen a una callecita pegada a un lateral de la iglesia. Bajando recto esa calle empedrada se llega a otra calle asfaltada donde se encuentra Bellmar, la tienda en la que trabajó mi madre antes de casarse (hace ya 40 años).
Curiosamente, la abarrotada tienda, donde confeccionan cortinas, cojines y demás ropa del hogar, permanece exactamente igual que en las fotos amarillentas de mi madre. Ha permanecido inmutable mientras todo cambiaba y evolucionaba a su alrededor.
La mala fama de Sant Antoni está justificada pero ha sido injustamente adquirida. Tenía que existir un lugar donde los turistas vivieran sus más bajos instintos y sufrieran su catarsis… Y le tocó a San Antonio. No en vano es el patrón de los animales ;-).
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