Hacía años que no iba a Cala Mastella. Diría que porque pilla un poco lejos de casa pero en Ibiza no hay distancias. La preciosa y paradisíaca Cala Mastella se encuentra cerca de San Carlos que, para los que no conocéis Ibiza os recomiendo visitar. Para mí San Carlos junto a San Juan representan la verdadera Ibiza. Según te acercas al norte de la isla vas encontrando más referencias hippies, lo que ayuda a que sea todo más pintoresco. No todo es chumba-chumba en macro discotecas. Existe otra Ibiza mucho más auténtica a la que su fama fiestera no hace justicia.

La playita está en plena naturaleza, rodeada de vegetación y campos de cultivo. No tiene ni chiringuito. Así que llevamos agua, cocacola y frutita fresca recién cortada en un túper. En total no había ni diez personas en la playa lo que la hacía aún más perfecta.
El sol ayer era suave y clemente. El agua era cristal puro pero el fondo marino un poco demasiado rocoso para mi gusto. Aún así disfruté mucho bañándome en ese mar turquesa.
Mientras en mis cascos sonaba Gabrielle Aplin observaba todo a mi alrededor. Todo parecía moverse más lento y el tiempo parecía no existir. Qué placer poder desconectar…

A unos 300 metros se encuentra el rústico restaurante El Bigotes, en un pequeño y pintoresco puerto de pescadores, pegado a la orilla y en un entorno espectacular. Nos hubiera encantado comer allí pero al final no pudo ser. El pequeño restaurante sirve su famoso bullit de peix a las 14h. Su carta es escueta. Sólo pescado a la plancha fresco. No se especifica qué pescado. Según lo que se haya pescado en el día, porque todo el pescado que sirven procede de la pesca de pescadores locales. Hace algunos años, el propietario del restaurante, cuyo bigote dio lugar al nombre del sitio, ahora jubilado, salía a pescar cada mañana y lo que conseguía capturar era todo lo que ofrecía en su peculiar establecimiento. El lugar es absolutamente maravilloso y lo que cocinaban en su horno de leña olía exquisito. La próxima vez -no tardaremos- probaremos esas delicias de pescado. Sus precios no están mal. El bullit de peix cuesta 22 euros por persona y es un manjar típico ibicenco.
Para llegar a Cala Mastella hay que coger la carretera que pasa por detrás de la iglesia de San Carlos y seguirla unos 3 kilómetros. Es fácil de encontrar ya que está muy bien indicada, sólo hay que seguir las señalizaciones.

Las fotos quizás no sean de muy buena calidad ya que las tomé con el móvil pero espero que aún así podáis apreciar lo especial que es el lugar.
Volvimos a casa con las pilas cargadas y llenos de positividad. Estos días así hacen que realmente me dé cuenta del paraíso en el que vivo.