Cambio de estación, cambio de cara. El blog se viste de leopardo, para iniciar la estación de la melancolía con garra.
Las últimas páginas de Madame Bovary, de Gustave Flaubert, me acompañan en este comienzo de otoño. Aunque falten días para que sea oficial, para mi, el otoño empieza el 1 de septiembre. Kyna, como casi siempre, permanece tumbada a mi lado en el sofá mientras escribo.
No me es ajena la Sra. Bovary esta… ¿Cuántas no nos hemos quedado colgadas de la «idea» del amor? Enfocada en sus pasiones, Emma, descuida su casa, su marido y a su hija. Emma se nos presenta como madre desnaturalizada, mujer egoísta, coqueta, vanidosa, superficial, caprichosa y sobre todo, una infiel enamorada del amor que se hace daño a sí misma. Aburrida en la monotonía de un matrimonio insípido, se sumerge en relaciones adúlteras, elevándolas a la categoría de «amor verdadero», que al final no resultan mucho más profundas e insulsas que su matrimonio. De este modo se convierte en la eterna insatisfecha, pues nunca sus amantes llegan a colmar la idea que ésta tiene de el amor.
Flaubert consigue darle tantos matices y tanto realismo a su descripción de todo lo que conlleva el tener una aventura (excusas, mentiras, ansiedad ante los encuentros, desesperación en las separaciones, expectación ante el siguiente encuentro…) que bien podría haber sido escrita en cualquier época, ya que la pasión humana no ha cambiado un ápice. No en vano está considerada la obra maestra del realismo.
las horas previas a la muerte de Emma, y el sufrimiento de Charles, es sobrecogedor. Todavía, un par de días después de haberlo leído, lo tengo en la mente. Charles, que había sido una figura anodina, y cuya única relevancia en la obra era ser el marido y causante del hastío y aburrimiento de Madame Bovary, se nos revela en las últimas páginas como un ser que ama con cada poro de su piel a su esposa y que sufre un verdadero infierno, ya que pese a ser médico, no puede hacer nada por ella, más que verla morir retorciéndose de dolor.
He tardado mucho en leer las últimas 40 páginas del libro pues eran demasiado tristes, y el sufrimiento descrito demasiado real. Si la novela hubiera sido escrita hoy, probablemente Madame Bovary hubiera acabado dejando a Charles en algún momento por alguien que la habría embaucado con palabras y arrebatos, para finalmente dejarla a ella por otra; después se habría enamorado de nuevo, aferrándose con tantas ansias a ese amor que también la habría acabado dejando; y finalmente se conformaría con una última relación aún más insípida que la primera, al darle el amor demasiado miedo ya, y añorar la seguridad de sentirse amada sin ser abrumada y llevada sin control por la pasión. Quizás acabaría por decidirse a tener un hijo por volver a sentir el amor incondicional.