El libro me enganchó al principio, pero poco a poco me fue desencantando. Los 23 descubrimentos que nos desvela Albert Espinosa en El mundo amarillo tras haber convivido durante una larga etapa de su vida con el cáncer tratan de hacernos enfocar la vida de otro modo. El autor nos explica sus experiencias y las enseñanzas que obtuvo durante su paso por hospitales, su contacto con otros enfermos y su lucha contra la enfermedad.
Empezaré positivamente. Por lo que me gustó. Me gusto el tono desdramatizador y alegre del libro pese a estar narrando cosas muy duras y amargas. Me gustó como trata el tema de la muerte, la naturalidad al hablar de este tema que, por regla general, a todos nos disgusta mencionar y nos da cierto yu-yu, como si temieramos convocarla al hablar de ella.
Lo que no me gustó es que no profundiza en esos descubrimientos, no quedan bien rematados. En cada uno de ellos hay cosas que no entiendo, o de las que no encuentro su utilidad.
Los «amarillos» son para Albert Espinosa un nuevo escalafón en las relaciones amistosas. Consiste en personas que aparecen en momentos puntuales de tu vida y que su presencia o conversación resultan trascendentales y reconfortantes en nuestras vidas. El concepto está bien. Me gusta. Pero Albert le pone demasiadas reglas al término. Por ejemplo: un amarillo debe ser alguien con quien hables, te acaricies y abraces (cosa que yo no veo necesaria), con quien duermas y te despiertes (sin tener sexo, lo importante es dormir con esa persona y verla despertar, cosa que yo tampoco considero necesaria), y del que después debas separarte sin sentir pesar por ello, pues el amarillo puede estar en tu vida horas, días, meses, años… Pero siempre puede desaparecer y volver a aparecer en momentos puntuales pues esa persona es «tu amarillo», tu persona especial, o simplemente no volver a contactar con ella nunca más pues su función a tu lado ha terminado. Otra limitación es que sólo puedes tener 23 amarillos a lo largo de tu vida. No sé, es extraño, y creo que no entendí bien el concepto de Albert.
Siempre he creído que personas con las que te cruzas en el camino pueden dejar una huella eterna en ti. Personas que por determinadas circunstancias deben compartir un momento o etapa du tu vida Personas que puede que no vuelvas a ver, pero que por un cruce de caminos ha acabado conectando contigo y aportándote cosas que justo necesitabas en ese momento de tu vida, como si el hecho de encontrar esas personas te confirmase que estás justo donde debías estar en ese momento, para aprender justo lo que te vinieron a enseñar. Si, eso me encajaría más en mi concepto propio de lo que significarían los amarillos.
Su descripción de los amarillos yo lo encajaría más con lo que viene siendo una relación de amistad más o menos intensa sin llegar a ser una relación de pareja. Una amistad especial e intensa, pero una amistad al fin y al cabo. Es cierto que en algunas cosas se parece a lo antes descrito por mi, pero él lo rige por ciertas pautas y le pone ciertas normas, así como hacernos con una lista de «marcas» para encontrar a nuestros amarillos (eso si, no encuentres muchos muy rápido que sólo tienes 23 y si los gastas todos ya no tendrás más para sustituirlos cuando te encuentres en otras encrucijadas de tu vida…). No, definitivamente no me gustan estos amarillos que han de reunir tantas características de terminadas para serlo.
Terminaré con una crítica positiva: El libro engancha, tiene un ritmo rápido y te acaba contagiendo la positividad de su autor frente la vida. Su espíritu de lucha es alentador, y le da la vuelta a palabras como «dolor». Nos explica que casi todo (o todo) depende del significado que le demos a las palabras y a las cosas en nuestra mente.
Albert Espinosa dice que El mundo amarillo no es un libro de autoayuda… Sin embargo a mi me ha ayudado. Me ha ayudado a tener menos miedo.