Esta mañana a las seis de la madrugada ya no podía dormir más. Desde que trabajo en este extraño turno me ocurre que despierto a estas horas intempestivas. Así que he aprovechado para terminar la novela que me estaba leyendo.
Este verano he recuperado la lectura, tan querida por mi cuando era una niña solitaria, y con ella he reencontrado el placer de los ratos de soledad, tan temida por mi estos últimos años. Este verano no me estreso intentando quedar con diferentes amigos a todas horas, intentando no dejar a ninguno en el tintero (por si los necesito de verdad alguna vez). Este verano estoy encontrándome a mi misma. No me apetece quedar con gente a todas horas (sólo quedo con los imprescindibles de siempre, con los que me conocen de verdad), me apetece estar sola cuando él está trabajando. Quiero aprender cosas de mi misma y estar tranquila, sentirme segura en mi propia compañía.
Pues como iba diciendo, he terminado de leer El Círculo del Punto de Ann Hood, una novela que su autora escribió a modo de catarsis al perder a su hija Grace. Pese a que había leído la sinopsis no creí que me acercaría tanto a la historia de mi propia madre ante la muerte de su hijo, mi hernano. Creo que entiendo mejor ciertas cosas ahora. Ciertos comportamientos de mi madre hacia mi durante mi niñez y juventud toman ahora otro lugar, algo más encajado, algo menos confuso.
Mientras escribo Kyna está dormitando como siempre a mi lado en el sofá. Me sigue allá donde voy esta perrusquina…
Lo primero que notas al empezar El Círculo del Punto son unas ganas casi irrefrenables de coger unas agujas de punto, escoger una bonita lana y empezar a tejer una bufanda (lo más fácil de confeccionar y apto para principiantes). Mi madre me enseñó a tejer siendo niña y llegué incluso a tejerme un bonito jersey con una trenza en el centro cuando era jovencita. Ahora no recuerdo ni como se montan los primeros puntos…
La protagonista, Mary, entra en una tienda de lanas recomendada por su madre, sin saber muy bien porqué, sintiéndose perdida y necesitando algo que la haga aferrarse a la vida tras la pérdida repentina de su única hija, Stella, de cinco años. Poco a poco sus dedos concentrados en el movimiento del hilo y las agujas la ayudan a acallar su mente dolorida. Las historias de las mujeres que se reúnen a tejer y que han pasado por diferentes angustias emocionales, se hacen un hueco en el corazón desesperado y desamparado de Mary, que al final descubre que podrá seguir adelante a pesar del dolor.
El Círculo del Punto engancha por su sencillez, por lo atroz de sus historias, a la vez tan humanas, haciéndonos ver la cara más horrible de la vida como algo común a todos los seres humanos. El dolor forma parte de la vida, y hay que asumirlo y seguir adelante. Pero no sólo de dolor nos habla la novela, también de la capacidad de vivir con ello, de la amistad imprevista, y de que, a pesar de todo, la vida siempre vale la pena y hay que aprender a ver las pequeñas cosas buenas que nos envuelven para no volvernos locos, así como a que hay que abrirse a los demás, aunque nos cueste.
Es una lectura femenina y altamente recomendable. Pese a sus tristes historias es una novela optimista y esperanzadora, ligera, ágil… Aunque considero que es una novela para disfrutarla en las noches invernales, frente a un chocolate caliente o un café humeante, mejor que no en los calurosos y agitados días veraniegos. Al fin y al cabo la lana es uno de sus temas principales.
«Las historias de la vida son como una labor de punto. Todo está entrelazado. Todo relacionado…»