(…). Callamos nuevamente, porque había poco que decir. El bar se había llenado de gente. Y todos tenían su misma cara, su mismo cuerpo, su misma copa de siempre. Estuve a punto de gritar de terror.
-¿Qué te pasa?-.
-¿Ves a Guillermo en la barra? Hace veinte años que se peina así. ¿Ves a Tontolín que entra? Pues hace cuarenta años que entra así siempre que entra en alguna parte. ¿Ves al duque que mira? Pues hace muchos años que mira así. ¿Ves a la Almenit? Pues trata de sonreir como sonreía hace quince años. Son cadáveres que arrastran su cadáver.-
-Tú no estás sano-.
-No, aquí no se puede estar sano. Hay demasiados muertos en la ciudad. Y, a veces, su hedor nos llega a las narices.-
-¿Por qué no te vienes conmigo a Quiberon? Voy en coche-.
-¿Y las oficinas, Juan? ¿Y la granja, y la radio, y la família, y todo lo demás?-
-Hay que quedarse algunas veces desnudo y solo, con todos los cueros al aire-. (…) Fragmento de conversación entre Juan y Darío en Lola, espejo oscuro. De Darío Fernández Florez
Qué bonito texto, no lo conocía ni conozco a su autor, gracias por compartirlo. Es verdad que a veces uno siente que está rodeado de cadáveres, o de gente hueca, y cuando me pasa a mí, me siento la más hueca de todas. Pero me gusta esa última frase, es bueno a veces quedarse desnudo y solo, metafóricamente hablando.
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Maravilloso tu blog te seguire leyendo
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Me encanta tú blog, que gran descubrimiento!!!
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