Viendo un reportaje en la tele sobre Robert de Niro me di cuenta de lo poco que se parecía físicamente el joven taxista de Taxi Driver al hombre que yace junto a la espectacular Monica Belucci en Manuale d’Amore III. Aún así, casi en todas la imágenes, aparecía algún gesto suyo que hacía que me dijera a mi misma: «Si, ahí está Robert de Niro». Esos gestos característicos suyos, junto a otras cosas que conocerán personas mucho más allegadas a él que yo, son las que hacen que, pase lo que pase, Robert de Niro sea Robert de Niro. Son su identidad.
Sin embargo, avanzamos hacia un terrorífico mundo de personas hechas de plástico, horriblemente parecidas unas a otras, que sacrifican su identidad en pos de la «juventud» eterna. No tengo más remedio que entrecomillar la palabra «juventud». ¿Acaso alguien que viera por primera vez a Carmen Lomana pensaría que es joven? Quizás le eches unos años menos de los que tiene… Pero no parece que tenga 30 años a pesar de que ni una sola arruga marque su rostro.
Ser joven es otra cosa. Un estado mental, euforia, energía, algo de inocencia, curiosidad, ganas de vivir… Algo que puedes sentir tengas las arrugas que tengas, o no sentir por muy tersa que tengas la piel.
En la cara arrugada de Paul Newman, su mirada azul penetrante resistió el paso del tiempo. Robert Redford y esa mirada de soslayo, seductora, mientras ladea la cabeza y que parece que te está analizando morfológica y sintácticamente al mismo tiempo que te desnuda, me sigue seduciendo. No hay vejez en ella.
Botox, infiltraciones de dios sabe qué, aumento de pómulos, labios hinchados y estirados en eterna semi-sonrisa, que no pueden terminar de reir ni moverse al hablar, pechos según el tamaño y forma de moda (ahora se llevan que parezcan naturales… Sólo que no pueden ser naturales. Sólo parecerlo ¡por dios!), culos redondos y respingones… Las personas se convierten en cosas. Objetos inanimados privados de gestos, sonrisas, lágrimas… privados de ver reflejados en su cara los años vividos, disfrutados, reídos, llorados…
Déjame decirte una cosa. A ti, si. La que luce el tipazo hecho a medida..: Por mucho quirófano que sufras, envejecerás. Más te vale conservar algo de identidad…
Foto sacada de aquí: Carmenortizdeurbina.blogspot.com
creo que has dado en el clavo, con eso de que nos convertimos en cosas, y me hace pensar que quizas sea porque es mas facil ser «cosa», ser un objeto de moda y consumo, que no hacer el esfuerzo de ser persona.
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