La ciudad de Elena

Cuando era pequeña me fascinaban los relojes de arena. Una amiga tenía un relojito de estos y nosotras cronometrábamos con nuestros relojes digitales casio de plástico (si, esos que hacían luz apretando el botón y eso bastaba para que fueran lo más) si realmente cumplían el tiempo exacto que prometía (en ese caso era un minuto). Lo girábamos una y otra vez cronómetro en mano como si algo fuera a cambiar, como si el relojito de arena fuese a equivocarse alguna vez, y nosotras le pillaríamos el renuncio.

Volviendo a casa del trabajo el otro día a las 7h de la mañana escuché por la radio que tenemos la sensación de que el tiempo pasa más deprisa cuantos más años cumplimos porque la mente del niño está todo el día recibiendo información nueva que procesar, y cuánto más sabemos y menos aprendemos , más deprisa nos parece que pasa el tiempo. Asi que ya saben, si quieren alargar su vida mantengan la mente activa y curiosa.

«La barca pasa, pero el río queda». Proverbio malayo.

«Si miro un reloj de arena me abofetea la realidad del tiempo» . Hell

Hoy tengo la típica depresión de resaca. Ayer me pasé de copas y me toca pagar las consecuencias. Cuando era más joven despertar con resaca era sinónimo de haber tenido una gran noche. Ahora despertar resacosa sólo es sinónimo de otra noche más en las que enveneno mi cuerpo… ¡Auch! mi cabeza… No sé si bajar a darme un chapuzón en la piscina del hostal de al lado de casa o quedarme tirada en el sofá y, como dice el Sr. Burns de los Simpsons, regodearme en mi crapulencia. Aunque en mi caso seria más bien regodeándome en mi incapacidad de hacer cualquier otra cosa… ¡Un café, por favor!